Pareciera que en un mundo tan gris y herido la palabra AMOR es algo prohibido. Algo que la gente le huye y le teme. Casi como algo tabú.
Dante Gebel me enseñó a amar como niña, a cuidar el amor como un niño cuida un juguete. No porque sea mío, sino porque lo quiero y ya. Simplemente porque decidí abrir un espacio en mi vida. Y esto aplica a todo tipo de relaciones: Familiares, amistosas, amorosas, etc. Porque si es cierto que la sangre es sangre, pero nosotros decidimos a quien amar. Me recordó que las cartas, las flores y los detalles son para valientes, en un mundo tan cruel.
Daniel Habif me enseñó que de nada vale vivir si no vas a servir a los demás. Que la expresión mas grande de amor es desgastarte por los otros. Que la grandeza del ser humano es dar, dar, dar… Y cuando te canses de dar, volves a la fuente. Volves a Jesús y te recargas de amor. Y es que entre mas das, mas recibis. Y entre mas recibis, mas podes dar! Que belleza no? Al final todos ganamos.
Cuando estoy en una tarima o hablo al frente, me gusta sutilmente ver a las personas a los ojos. Y siempre siempre pienso en las luchas que han pasado. Cuando le decís a alguien “Tu vida sí tiene un propósito!” y ves ojos llorosos sabes que ahí faltaba amor. Faltaba un abrazo.
Mejor dar, mejor servir, mejor amar. Mejor dejar rastros de luz por donde pasas. Un abrazo o una oración, y un Dios te ama. Y que en esa cercanía puedan sentir la forma de amor mas pura, noble y sincera: El amor que Dios pone en tu corazón para dar a los demás.
No te canses de amar. Una y otra vez, y cuantas veces sea necesario.
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